sábado, 17 de abril de 2010

Lentamente olvidó el olor a pan tostado para centrarse únicamente en el olor que su piel desprendía recién levantada, con su carita soñolienta, sus ojos, sus inocentes ojos, me miraban con ese aire de infancia, con esa mirada divertida a la que todavía le queda todo un día por descubrir.
Para mi Martina cada día era una sensación nueva.
-¿Qué me has preparado para desayunar?
-Tu vaso de Nesquik con tostadas de mermelada de frambuesa.
Llevaba una camiseta mía, vieja y grande, que usaba como pijama.
Dejaban entrever unas infinitas piernas, y como punto final sus minúsculos pies, descalzos, sintiendo las miles de texturas en la punta de sus dedos.
No podía resistirme, quería hacerle el amor con infinita ternura, dejarme llevar por su risa infantil y sus pensamientos de sabiduría de anciana, me moría de ganas de mecerla entre mis brazos, para que pudiese sentir una y mil veces todo el amor que tenía guardado para ella.
-¿Sabes?, hoy estas más guapa que de costumbre-
Mentía siempre estaba así de guapa, siempre era el ser más bonito que había pasado por la tierra.
-Oye Alex, casi que mejor nos olvidamos del desayuno y te vienes conmigo a la cama, te cubro de besos y cariños, te hago el amor, me meces entre tus brazos y nos reímos hasta el amanecer, amparados por este inmenso cariño que nos sentimos.
-Claro que s...
-Ah! se me olvidaba, te quiero.

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