domingo, 11 de abril de 2010

Una tímida lágrima amenaza con desbordarse de la comisura de tus ojos.
Se desliza, lenta, muy lentamente por tu mejilla, seguida de otra, y otra, interminablemente.
Sollozos.
La nariz queda taponada así que empiezas a boquear.
El aire entra en menor cantidad a tus pulmones, por lo que poco a poco un agudo pinchazo se hace cada vez más intenso en tu pecho.
Te quedas sin aire, te ahogas.
Duele.
Y sin previo aviso... Nada.
No sientes absolutamente nada. Ni el latido de tu corazón que late furiosamente en tu pecho, ningún pensamiento o sentimiento.
Desgraciadamente es solo momentáneo.
Tu corazón vuelve a latir, sientes de nuevo.

Nunca antes había creído en "un corazón roto".
Pensaba que no era más que un dicho, una hipérbole.
Hasta que llegaste tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario